miércoles, 4 de febrero de 2009

El accidente

Oriol tuvo un accidente hace un mes.
Un conductor le atropelló junto a las Torres de Serranos, en Valencia.
Fue sin querer.
El conductor no tuvo la culpa.
Oriol tenía un poco más de culpa, pues caminaba más rápido de cuanto debía.
O no.
O simplemente seguía su camino tan convencido que ni se dio cuenta de que debía mirar a ambos lados.
Estaba seguro de estar siguiendo bien el camino.
Y por eso avanzaba.
El accidente fue sin querer.
El conductor no tuvo tiempo de reaccionar.
Y, sin querer, hizo daño a Oriol.
Mucho daño.
Un daño que, sin embargo, no le impedía moverse.
Pero sí sentir.
Le dolía todo, pero nada le marcaba exteriormente.
Y sabía que el conductor no había tenido la culpa.
De hecho, el conductor y Oriol se están haciendo amigos.
Porque el conductor fue sincero en su declaración, y Oriol le creyó cuanto dijo.
Y porque Oriol sabe que no tuvo la culpa.
Ninguno de los dos tuvo la culpa.
Los dos son buenas personas, a pesar de los accidentes.
Los accidentes nunca son buenos.
Y siempre se han de olvidar.
O al menos intentarlo.
Porque tarde o temprano dejan de doler los golpes.
Más tarde que temprano, sin embargo.

El duque de Kiddo. 12 de noviembre de 2007.

lunes, 12 de enero de 2009

This mess we are in

Can you hear them?
The helicopters?


Llegaron. Subieron las escaleras uno detrás del otro, en silencio, pensando si sería lo correcto, deseando que nadie los viera, planteándose si no se estarían metiendo en un lío.

I’m in New York.
No need for words now.


Y no necesitaron palabras ni para oírse ni para escucharse. Se metieron en un lío de brazos y besos. Aun antes de abrir la puerta, la cual, sin querer, dejaron abierta.

We sit in silence,
you look me
in the eye directly

No importaba. Porque las miradas eran tan fuertes que hicieron caer del techo unas cortinas muy gruesas que los cubrían de arriba abajo. Porque ese silencio externo podía escucharse por dentro, gracias a una cadena de gritos y voces que no marcaban otra cosa sino el deseo.

You met me.

Y así es como se conocieron.

I think it's Wednesday,
the evening.
The mess we're in and
the city sun sets over me.

Y el Sol desapareció sobre ellos. Y no les importó. Lo único verdaderamente relevante era volver a verse.
Para, así, volverse a enamorar.

Night and day
I dream of
making-love
to you now baby,
love-making
on-screen,
impossible dream

Cada vez que hacían el amor, se volvían a enamorar.

And I have seen
the sunrise
0ver the river,
the freeway
reminding
of this mess we're in and
the city sun sets over me.

Y el amanecer los enviaba de nuevo a la realidad del día: la extensión del deseo de volverse a encontrar.
A pesar del lío en que se estaban metiendo.

What were you wanting? I just want to say, ”Don't ever change now baby”, and thank you. I don't think we will meet again and you must leave now, before the sunrise, above skyscrapers, the sin and this mess we're in and the city sun sets over me.

Y un día, el atardecer no llegó. Porque no.

“Sólo quiero pedirte que no cambies nunca, cariño. Y también darte las gracias. Creo que no nos volveremos a ver, y tú tienes que irte ya, antes de que amanezca sobre todos estos rascacielos.
Este pecado, este lío en que estamos.
Y el Sol de la ciudad se pone otra vez sobre mí...”

Y no se volvieron a ver nunca más. El deseo de volver a encontrarse se repetía cada día, del amanecer a la puesta de Sol. Y se hacía aún más fuerte cuando por alguna parte, entre los helicópteros, sonaba This mess we’re in de PJ Harvey.


El duque de Kiddo. Noviembre de 2007.

http://es.youtube.com/watch?v=99k8w65v3_I&feature=related

martes, 6 de enero de 2009

Introducción, nudo y desenlace.

Introducción.

El duque de Kiddo (o duc, dependiendo de las latitudes en que se encuentre) es un joven profesor obsesionado con las relaciones personales y los efectos que ciertas piezas musicales* pueden provocar en los seres humanos de dos piernas. Observador de anécdotas, descriptor de espacios, relator de caracteres; son muchos los términos con los que a un servidor le gusta definirse. Sólo con un fin exclusivo: no llamarse nunca Jon.

Nudo.
El duque va poco a poco colocando su silla, ésa que, cuando era un niño con corbata y caja de palabras, no sabía dónde dejar. Pero hubo un tiempo en que no sabía siquiera de dónde colgar sus preciadas corbatas, dónde reposar su caja de palabras. El duque ha hecho caso de los consejos y ha pasado de la silla.

Desenlace.
El duque de Kiddo ahora se sienta sobre la caja de palabras.

Las piezas musicales nos llevarán cada día a un efecto.
Hoy, al de sentirse como un niño. Porque hoy he echado de menos a mi madre.
http://es.youtube.com/watch?v=bIEOZCcaXzE